lunes, 21 de septiembre de 2015

Reencuentro entre espárragos





Tengo una numerosa familia. Somos ocho hermanos. Cinco hombres y tres mujeres.
El turno es de mi hermano Rafael, a quien hace más de nueve años no veía. Nuestro reencuentro en su territorio ha sido tan chistoso y humorísticamente tan Rosas que, con solamente dos horas de conversación, hemos tenido tiempo más que suficiente para entendernos, reencontrarnos y reconocernos. No es necesario hablar horas y horas para saber qué esperamos el uno del otro. Yo creo que aunque pasen los años la sangre llama a la sangre y no hay nada más qué decir. Compartimos historias y eso nos hermana e impide que se rompan nuestros lazos de comunicación.
Estoy convencida de que las historias familiares compartidas son las que nos acercan o distancian para siempre de nuestros hermanos y hermanas de sangre. En el caso de mi familia, a pesar de los años, las distancias, las historias, los abandonos, los encuentros, las muertes, creo que predomina una  relación entre hermanos. Así, sin calificativos. Una relación ni de amor, ni de odio.  Habrá por ahí algún par de perdidos, pero estoy segura que en el reencuentro -si algún día llega a suceder- cruzaremos el momento como si nos hubiéramos visto el día anterior.
Cuando Rafael y yo  éramos niños,  no es que fuéramos muy unidos, pero teníamos una cómplice relación de hermana mayor, hermano menor en la que el hermano menor traía de bajada a la hermana mayor, y bajo esa premisa la enseñó a fumar, a andar en una minimotocicleta en la que tuvieron a bien estrellarse y caerse en un par de ocasiones, a caminar por la vida con audacia y a ser irreverente con lo establecido.
Rafael se fue muy joven de la casa familiar. Decidió estudiar la carrera de ingeniero agrónomo y el Tecnológico de Monterrey solamente tenía ese programa en el norte del país. Muy lejos de nosotros. No recuerdo cuando se fue, solamente se me eriza la piel al recordar que ya no estaba entre nosotros y a mi me hacía mucha falta su presencia.
Pasó el tiempo, mucho tiempo. Nunca volvió al DF. Lo suyo es el campo. Siempre lo fue.
Hoy lo escucho hablar de sembradíos, hectáreas, espárragos, perejil, trabajadores agrícolas, empaques y me emociona darme cuenta de lo feliz que es a su manera. La pasión por lo que hace me recuerda a mi padre, que era igualmente pasional y obsesivo con su trabajo
La vida familiar de mi hermano ha sido difícil. Tiene hijos propios, hijos de Martha, su nueva mujer y si fuera necesario adoptar a algún niño de Camboya, Siria o la zona conurbada de la ciudad de México, sin pensarlo lo haría. Ese es Rafael, un hombre generoso, entregado, amoroso, amable, el Inge querido para sus trabajadores. El hermano que se fue muy chico de mi vida ahora regresa a abrirme las puertas de su vida, de su casa, de su familia. Me abre su corazón compasivo y a pesar de las pesadas bromas de la vida, él no deja de jugar.
Ya decídelo hermana, me dice, hay mucho qué hacer en Ensenada.




sábado, 22 de agosto de 2015

Un regalo para mi hermana del alma

Hoy cumples 56 años y luces radiante, como si tuvieras muchos menos. Ni tus cuatro hijas, ni tus nietas, una contigo y la otra en camino, ni el camino que tomó tu vida después de muchos años de estabilidad, han logrado siquiera transformar tu frescura, vitalidad y agradecimiento  por estar hoy en donde estás.
Mi querida Tessmann, ¿tienes idea de cuánto te quiero? ¿Acaso has pensado en lo poderoso que son para mi nuestras conversaciones? Tienes la virtud de ubicarme y obligarme a ver las cosas en perspectiva. Contigo recuerdo que en la vida todo hay que verlo en su justa dimensión. Nada es para siempre, ni hay mal que dure más allá de lo que queramos.
Admiro no solo tu claridad frente a la vida. Respeto y reconozco, sin un ápice de duda, la gran labor que hiciste con tus cuatro hijas: Maite, MaríaJosé, Regina e Isabel.Todas ellas hermosas, responsables y amorosas contigo. Eres más que su mamá. El amor con el que te hablan, se refieren a ti y te piden consejo no hablan más que de la titánica tarea que hiciste y las enormes ciudadanas que le dejas a nuestro lastimado México.
Pero no solamente ellas te han disfrutado. Le has regalado años enteros de tu vida a todos tus alumnos y paz al corazón de los papás de estos adolescentes que aletean como pájaros desesperados por encontrar su nido. Siempre has tenido para ellos la palabra precisa, la sugerencia perfecta. Eres empática hasta con el señor de la gasolinería que te atiende de mala gana. Me consta, no me lo contaron.
Antes de envolver este regalo, recordé todo lo que sé de ti para poder plasmar lo que eres.
Te conocí en preparatoria y por razones azarosas nos hicimos amigas. Pasaron muchos años para que nos volvieramos a encontrar pero la intensidad de nuestra relación rompió completamente la barrera del tiempo.
¿Cómo olvidar tu cuidados después de mi hepatitis? ¿Cómo no reconocer tu experiencia y sabiduría como especialista en sexualidad adolescente si gracias a ti logré terminar un libro? ¿Cómo no quererte si amas a mis hijos como si fueran de tu familia? ¿Cómo no admirarte si tienes un enorme compromiso con mantener siempre unida a tu familia de sangre en esta época en la que las familias están en proceso de crisis?
Eres única Tessmann. Recuerdo el entusiasmo y la vitalidad con la que te ibas a acampar a los lugares más hinóspitos con tus alumnos y algunas compañeras de la escuela en la que trabajabas. Me dolió esa pérdida porque realmente amabas lo que hacías, sin embargo te repusiste del cambio estoicamente.  Amo tu amor por la vida, tu pasión por enseñar, tu avidez por amar a los demás.
Querida hermana del alma no solo eres mi hermana, eres mi confidente, mi consejera en los momentos de agobio tan típicos a nuestra edad, eres solidaria, práctica y no te haces bolas. Tu propuesta es siempre: hay que resolver. Y lo mejor es que resuelves.
Te quiero mi Tess y mucho. Más de lo que te haya podido decir y demostrar.
Te deseo un feliz cumpleaños y brindemos por esta especial unión que se da a pesar de los años.


miércoles, 19 de agosto de 2015

Feliz cumpleaños a mi

"Tengo trucos en el bolsillo -y cosas bajo la manga- pero soy todo lo contrario del prestidigitador común. Éste, les brinda a ustedes una linda ilusión con las apariencias de la verdad. Yo, les doy la verdad con las gratas apariencias de la ilusión."  

                                                                                                  Tennessee Williams

Hoy hace exactamente un día con 19 horas cumplí la nada despreciable cantidad de 56 años. Sin duda muchas horas de vuelo, y si hiciera un balance diría que la mayoría del tiempo en el aire ha sido muy venturoso. Tengo una familia extendida llena de hermanos y sobrinos regados por todos lados a los que, aunque no veo, amo profundamente. Mi papá me heredó un filoso sentido del humor y de Doña Olga, que por cierto está requete bien, aprendo cada día a ser una mejor persona.
Estudié lo que quise, tengo los títulos que busqué, he viajado a donde la aventura y mi ex "the map man" me llevaban o yo decidía ir sola, fui noviera, me casé tarde,  no muy segura pero lo hice. Estuve viviendo durante casi 25 años con el señor Huacuja y me divorcié cuando la misma vida en pareja nos empujó a poner punto final a esa historia.
Tuve un hijo Mario que falleció, pero  la vida me compensó con un Daniel y una Lucía que, sin pensarlo siquiera, son mi mejor resultado. Son mi vida entera, mi pasión desmedida. Soy la típica mexican mother que se dedicó a criar a sus hijos en cuerpo y alma absolutamente convencida de que eso era lo que me tocaba hacer. Después de una muerte y mi pésima relación con la reproducción, no podía dejar pasar la oportunidad de ser mamá de tiempo completo.
Con el divorcio me quedé sin marido y sin muchos de sus amigos. La vida, generosa como es, me devolvió a los míos, a quienes abandoné muchos años. ¿Cosas del matrimonio? Tal vez. Dicen que en pareja las personas se mimetizan. No lo sé, pero sí sé que cometí la gran torpeza de dejar a mis amigas, amigos, hermanas del alma de esas con las que neteamos y neteamos hasta altas horas de la madrugada o se acabó el tequila, lo que suceda primero. Me refiero principalmente a mis compañeros de la universidad con quienes viví una de las etapas más chidas de la vida. Tienen nombres y apellidos: Leonor, Lorena, Matilde, Georgina, Alejandra, Silvia Aurora, Alberto F. y Alberto R. este último más que mi amigo era mi hermano. También dejé en el camino a otro entrañable amigo, Jorge D. 
Repito hasta el cansancio: la vida es generosa, y poco a poco me ha permitido con todo el amor del mundo recuperarlos. También reforzar lazos con algunos a los que nunca he dejado y mi deuda es cuidar. Me refiero a mi hermana Nayeli y a mi entrañable Stella O.
El divorcio también me permitió volver a acercarme a mujeres que siempre han estado pero yo no veía por estar criando niños y jugando muy a gusto a la casita. Todas ellas hoy son mi gran cofraternidad de hermanas de la vida cotidiana. Mi celular está lleno de chats de grupos diversos de amigas con las que lloro, me río, me aguantan, nos quejamos, nos regañamos, nos mandamos memes que nos hacen doblarnos de risa.
Cumplir 56 años es lo mejor con lo que hoy cuento aunque en los trabajos ya no me contraten, siga desempleada formalmente después de un año, me tenga que mudar nuevamente de casa, mis hijos sigan volando lejos de mi. La vida es generosa y todos los buenos deseos con los que llenaron mi muro conocidos y desconocidos, los mensajes de inbox, los mensajes de whatsapp, las llamadas telefónicas, la cenita que me regalaron mis hermanas Trini y Dora Abedrop son la vida.

Hoy, con 56 años, me repito hasta el cansancio:  los años que vienen serán en compañía de los amigos.
Hoy, con 56 años, me felicito, me abrazo, brindo conmigo frente al espejo y les dedico esta canción a todos ustedes, amigos virtuales y hermanos de sangre y del alma.
 

 


domingo, 21 de junio de 2015

Papás, presencias en mi vida

Tengo un papá, tengo hermanos que son papás y mis hijos, aunque me divorcié hace más de ocho años, siempre han tenido papá. El hecho de haberme  quedado a cargo de Daniel y Lucía, nunca los convirtió en huérfanos de padre ni a mi en mamá-papá.
Pero hoy es día del padre, no de los exmaridos y va a quienes son papás todo mi reconocimiento.
Si el día de hoy me preguntaran qué pienso de mi papá, seguramente no diría que era un super héroe, ni un hombre particularmente amoroso. Era un hombre real, de carne y hueso, lleno de defectos, autoritario, difícil de convencer sobre la importancia de abrazar a los hijos. Cómo lo iba a saber si quedó huérfano de ambos padres cuando era pequeño, si sus hermanos mayores se turnaban para acogerlo de tiempo en tiempo hasta que su hermana Guadalupe y su marido, el tío Alfredo, decidieron convertirlo en un hijo más. Cómo iba a saber lo que era una familia si la suya estaba dispersa por todo el norte del país y él iba y venía siempre hasta que logró arraigarse en la ciudad de México. Miento, tampoco logró echar raíces aquí con todo y que su mujer y sus ocho hijos nacimos, crecimos y vivimos aquí. Cualquier pretexto o invento de negocio eran el mejor para salir corriendo del DF.
Con sus vaivenes emocionales, sus explosivos regaños y todas las carencias afectivas que siempre nos duele reconocer que tienen nuestros padres,  amo profundamente a mi papá. Y no lo amo ahora que está muerto. Aprendí a amarlo cuando fui mayor, de pequeña le tenía miedo, admiración, respeto. Sus ausencias me entristecían. Me distancié muchos años de él cuando decidió divorciarse de mi madre. Yo era una adolescente confundida que no sabía de qué iba la vida y el divorcio fue la estocada a esa perturbación emocional propia de la adolescencia.
Hoy tengo el recuerdo de un padre entrañable, guapo, fumador empedernido, con quien logré entablar una relación muy amorosa y divertida, que me llamaba por teléfono todos los domingos para arreglar juntos el mundo. Aprendió a ser cariñoso, por lo menos conmigo y mis hijos. Seguramente mis cinco hermanos y mis dos hermanas tendrán una visión distinta de él.
Me sonrío al recordar lo confundido que estaba también él con respecto a la vida misma. Sin embargo no lo juzgo y me pregunto ¿quién no vive confundido?  El peso de la estructura familiar sobre los pequeños que él no tuvo, seguramente contribuyeron a la falta de sosiego en su vida. Era muy bueno inventando negocios. Cuando fue servidor público lo hacía muy bien pero su espíritu libre irremediablemente lo regresaba al camino de la independencia económica. El dinero le quemaba las manos y jamás pensó en que el futuro llegaría, pero sobreviviamos,  y bien,  gracias a los buenos oficios administrativos de mi madre.
Todo con mi padre era impredecible. Nuestra única seguridad era que tanto Olga como Antonio siempre se apoyaban en las decisiones que tomaban con respecto a sus hijos. Pobre del que osara faltarle el respeto a mi madre, se las vería con mi papá;  pobre también del que no recordara felicitar a mi padre en este día, mi mamá se encargaría de hacerle la jornada imposible.
No sé que quiere decir la frase "es un excelente padre", solo sé que si alguna herencia nos dejó Antonio además de su propia existencia y una serie de creencias sobre el trabajo, la disciplina, el respeto, fue, paradójicamente, la convicción de  regalarle a nuestros hijos esas caricias y demostraciones físicas de afecto que tanto contribuyen al desarrollo emocional de los niños y que él ni recibió y a cuentagotas nos dio.
Veo perfectamente a mi hermano Alfredo abrazando a Paco, su hijo, a Antonio desbocándose por Andrés y Rodrigo, a Germán buscando un beso de Mariana y Santiago, a Rafael bañando y dándoles de cenar a cualquiera de sus cinco hijos propios e incluso al prestado. También veo a Yogo, mi hermano menor jugando luchas libres con María y peleándose con el tráfico para llegar a tiempo y alcanzarla antes de que se duerma.
Al final del día, todas las familias somos iguales, unas más amorosas que otras y en todas, estoy casi segura, el papá en cualquiera de sus presentaciones es una existencia fantástica, necesaria y de preferencia imperdible.
Sobre Mario, el papá de mi Daniel y mi Lucía, son ellos quienes tendrán que descifrarlo cuando sean mucho mayores. Hoy les toca disfrutar su presencia, su compañía, sus constantes mensajes telefónicos y todo ese amor que tanto trabajo le costó aprender a demostrarles.
Feliz día del padre, especialmente al mío.


viernes, 29 de mayo de 2015

Mi mujer preferida

No me sorprende que con la edad -55 años- me siento cada vez con una mayor necesidad de estar cerca de mi madre. Esa mujer divertida, irónica, chistosa, activa, medio quejumbrosa pero amorosa como pocas mujeres he conocido en mi vida.
Hace unos días decidió que ¿por qué no? a sus 84 años quería una tablet ¿o una laptop?
La verdad es que yo, como quinceañera a punto de entrar a su baile, me sentí inmensamente feliz y emocionada de poder ser cómplice de la llegada de los hombrecitos que instalaron los cables de fibra óptica, el módem e intentaron con toda la calma del mundo, explicarle a Doña Olga que los foquitos verdes deben estar encendidos, que no importa si la señora que le ayuda en el aseo de su casa plancha en el mismo cuarto en donde está el módem, que no va a gastar más luz por tener encendido todo el día su módem, y una larga lista de detalles. 
Por supuesto que mi madre no tiene un pelo de tonta. Simplemente y como ella me dijo: "a ver sientate en la máquina de coser y termina este bordado". No es fácil ¿o sí lo ves sencillito?" Me reí pero le di la razón, "yo entiendo de computación lo que tú de costuras, overlocks, tipos de telas,
o sea nada hija".
Fue una tarde mágica. Más que de aprendizaje del lenguage de google y de word, nos carcajeamos de tontería y media y decidimos que yo no puedo ser su mejor maestra en esto de las artes de la computadora e internet debido a que nos la vamos a pasear tonteando y no va a aprender nada.
Y así me lo hizo saber: "hijita contigo no voy a aprender porque el tiempo se nos va en pura risa".
Lo mejor de la tarde fueron su libreta y su pluma de lado izquierdo en las que anotaba cada una de las indicaciones, además de una laptop llena de letreros: prender, apagar, borrar, usar mayúsculas, regresar la flecha. Ah y realmente apoteótica resultó su pregunta: "¿me convendrá más una tablet o de plano me voy por una computadora?
Amo profundamente a mi madre, siempre lo he sabido aunque durante algunos años grinchosos me distancié mucho de ella porque sentía que me juzgaba. Craso error de mi parte. Una madre generalmente no juzga a los hijos y Olga es además de actualmente moderna con su laptop, respetuosa del camino y la vida que han decidido seguir cada uno de sus ocho hijos.
Hoy tuve un reencuentro muy amoroso con la mujer que me dio la vida, la que me acompañó durante mi infancia, la que me alivianó en mis crisis adolescentes, la que me solapó permisos denegados por mi padre, la que me hizo un hermoso vestido de novia el día que me casé por el civil. No hubo boda religiosa. La que lloró conmigo cuando murió mi hijo Mario, la que durante los tres primeros meses de vida de Daniel iba a mi casa a bañarlo todos los días a la misma hora, la que me criticó tantas veces por cosas que yo veía entonces como una fatalidad y hoy me rio de ellas como fue la lactancia por ejemplo."Hija no crees que Lucía se queda con hambre. Yo veo que sale poca leche".
Aprendí a escucharla aunque nunca le hacía caso.
Ma te amo profundamente. Hoy reiteré que eres grande porque has aprendido a disfrutar la vida y el hecho de vivir sola; por haber acompañado a mi padre en su lecho de muerte a pesar de que ya no estaban casados. Te admiro porque aunque fuiste educada para ser mamá y ama de casa saliste triunfante del divorcio que ni siquiera te imaginabas te sería solicitado.
Olga querida te admiro y ya nunca te voy a soltar mamá.

domingo, 17 de mayo de 2015

Disciplina, respiración y las cuerdas de un violín.

Tuve el privilegio de presentar en el MUNAL el libro de mi hermana del alma Paulina Derbez. Les comparto mi texto.


Sin duda es una fortuna estar aquí sentada presentando un libro, pero es más afortunado el hecho de haber sido testigo de la manera en la que la autora, Paulina Derbez, fue combinando, uniendo y cosiendo cada retazo de las páginas que hoy se reúnen en este ejemplar que debiera ser libro de cabecera no solo de los músicos sino de los artistas en general. Puede ser el compañero cuyas páginas repasemos cotidianamente si queremos ejercitar nuestra mente, nuestra postura, nuestra respiración e incluso nuestro modo de enfrentar la cotidianidad.
¿Cuántas veces no hemos sido la alumna Verónica, a quien Paulina menciona en la Introducción, enfrentándonos a los miedos e inseguridades que nos representa un examen, una entrevista de trabajo, una cita amorosa. Incluso la crianza de nuestros hijos? ¿Cómo lo hemos hecho? ¿Cuántos de nosotros no nos quedamos mudos y con las manos sudando cuando nuestras capacidades y talentos son sometidos prueba?
El músico consciente es un pretexto para que les cuente del proceso que la propia Paulina ha vivido desde el día en el que la conocí hasta hoy que estoy sentada junto a ella compartiendo este momento en el que, después de nueve años, ve la luz un texto que plasma el compromiso de esta violinista con sus alumnos y con ella misma. La maestra Derbez es un ejemplo vivo de todo lo que hay que trabajar para poder revolucionar el aprendizaje de la música, su pasión más grande. Con Paulina he aprendido la importancia de una buena postura, la necesidad de equilibrar nuestras inhalaciones y exhalaciones, la obligación que tenemos de practicar la tolerancia y la paciencia. Juntas nos hemos carcajeado de nuestra poca flexibilidad corporal en una clase de pilates y hemos tejido largas conversaciones telefónicas sobre las vicisitudes de la maternidad. También he sido testigo de los resultados de su constancia, disciplina y tenacidad. Puedo afirmar, sin miedo a equivocarme que Paulina Derbez, la misma persona a la que conocí hace más de 13 años organizando clases abiertas para los papás de sus pequeños alumnos de violín en la Academia Yuriko Kuronuma, no es la misma persona que hoy, con una gran soltura y confianza en sí misma, seguramente sonríe al escuchar lo que estoy leyendo. En efecto, yo conocí a una Paulina muy amorosa, pero poco sonriente; excelente ejecutante pero tiesa y ruda en la relación con su violín; conocedora de las cuerdas y de su capacidad para hacerlas emitir sonidos, pero poco convencida de la manera en la que ella misma era capaz de envolver a quienes la escuchábamos tocar. Hoy veo a una violinista innovadora, atrevida, desenvuelta, desparpajada, capaz de transmitir la majestuosidad de su música en un juego de voces y sonidos como es el caso de su obra Shika. También veo a una artista convencida de lo importante que es confiar en lo que estamos haciendo.
Hace un par de años tuve la fortuna de ser la editora de la versión digital de este mismo libro en Editorial Ink. Hoy, y aunque suene a lugar común; puedo tocar, ver, sentir, oler el libro recién desempacado y siento una gran emoción al confirmar que querer es poder. Hoy tenemos a Paulina Derbez en México, la semana siguiente la podremos encontrar tocando en alguna conocida sala de conciertos canadiense y en unos meses endulzando los oídos de los italianos, ya que nuevamente ha sido invitada a tocar del otro lado del océano. Mi querida amiga ha sido reconocida por propios y extraños. No es casualidad que la revista Quién la haya nombrado uno de los 50 mexicanos más influyentes y que haya sido reconocida como todo un notable personaje por la comunidad latina en Canadá. Su trabajo, su tesonería, su compromiso, su sinceridad, su belleza y su calidez la han convertido en un entrañable ser humano del cual me jacto ser gran amiga. He sido testigo de sus meditaciones, de sus ensayos y de su entrega incondicional a nuestra amistad. A ella le he pedido consejo, apoyo, afirmaciones que me ayuden a ser una mejor versión de mí misma, sugerencias para aprender a respirar y recomendación de los mejores masajes. Juntas nos embarcamos en la publicación de su libro y, aunque tuvieron que pasar muchos años, finalmente hoy todos tenemos acceso a esta gran lección de vida que nos deja El músico consciente.
No hay una línea de desperdicio en este libro que es un maestro y como todo maestro nos guía de la mano, parafraseando a la propia autora, nos abre la mente y nos toca el corazón

jueves, 30 de abril de 2015

Entre hijos, amigas y hormonas

Justo frente a mi hay una pared llena de cuadros valiosísimos por el nombre de los artistas que los firman. Los veo bien, los estudio minuciosamente y no sé exactamente en qué corriente pictórica ubicarlos. Sólo sé que están marcados por una infancia tranquila, apacible y, a reserva de lo que sus autores opinen, feliz.
Se trata de algunos dibujos que me hicieron Daniel y Lucía cuando eran pequeños, que por supuesto yo mandé enmarcar y hoy ocupan un espacio importante al alcance de mi vista. En todos puedo leer: "Para mamita", "Para mamá", "Te quiero mucho ma". La verdad es que no sé si llorar o sonreír. Han pasado más de 17 años y yo insisto en verlos como "mis niños". Lucía tiene 22, es una mujer con todas las de la ley. Daniel tiene 24 y, aunque a regañadientas sacó su cartilla militar, es un hombre con todas las de la ley también.
Bajo unos centimetros la mirada y me encuentro un librero en el que adelante de cada pila de libros pululan fotografías de ellos: Daniel solo, Lucía pegada a mi, Daniel y Lucía abrazándose y resguardándose del pavaroso frío canadiense un invierno, Lucía sonriendo.
Me llama la atención una fotografía mía  vestida con un traje de bailarina rusa. Es una foto de un día del niño en el que había bailado en el teatro una coreografía escolar. Me veo sonriendo muy orgullosa y al ver la seguridad con la que posaba para la cámara me pregunto si mi mamá me habrá querido tanto como yo amo a mis hijos. Seguramente sí. No creo que haya una mamá que no quiera a sus críos de la forma en la que las madres sabemos amar. Me gustaría recordar si Olga, mi mamá, me habrá dicho todas las cosas lindas que yo le digo a Lucía y que le ensanchan la autoestima y le hinchan el corazón.  Sí me las debe haber dicho pero tal vez no con la certeza con la que yo les digo a mis hijos que son mi máxima pasión.  Éramos demasiados hermanos y no se estilaba tanto apapacho verbal. Y creo que sí me las dijo porque aunque eran otros tiempos (sí, típica frase abuelezca) yo puedo afirmar que no tuve mayores encontronazos en mi infancia más que los típicos de una familia numerosa, la bicicleta con una llanta ponchada y el eterno pleito por quererme ir siempre adelante en el auto cuando mi mamá manejaba. El mayor acto de violencia del que fui víctima fue un globo de agua que se rompió en mi cabeza. 
Han pasado muchos años, décadas incluso, desde que dejé atrás mi niñez. Hoy gozo aún la infancia de mis hijos, francamente no tengo muchos recuerdos de la mía. Pero además de recordar con una sonrisa en el corazón la niñez de mis hijos, disfruto mucho las conversaciones con mis amigas y uno de mis mejores regalos cotidianos es reírme a carcajadas cuando nos comunicamos a través de los chats que nos regala la modernidad de las comunicaciones telefónicas.
Escribimos sin pudor, nos reímos como chiquitas y nos quejamos de los vaivenes de nuestras hormonas que en cierto modo nos han convertido en sus cuasi esclavas. ¿Cosas de la edad? Yo diría que de la naturaleza.