sábado, 25 de enero de 2014

Correr e imaginar

Si me preguntaran en este momento cuál es el mejor lugar para despertar la imaginación, sin pensarlo contestaría que los Viveros de Coyoacán. Correr todas las mañanas por sus caminos, particularmente si es sábado a las 9:30 am y no llevamos prisa, nos sitúa frente a un campo fértil para escuchar  historias.
Mujeres, hombres, altos, bajitas, llenitos, esbeltas, delgadas, modernos, exóticas, amorosos, greñudos, despeinados,  todos los corredores tienen una historia que contar. Algunos corren sin  piedad, otros trotan,  hay los que caminan velozmente y no faltan  quienes hacen todo tipo de aspavientos para sacudir la modorra matutina.
Yo decidí ejercitar el alma y la imaginación mientras mi cuerpo y mi organismo se recuperan no se de qué extraño malestar. Ya ni pregunto ni averiguo. El único día que se me ocurrió buscar en internet información sobre las aminotransferasas o transaminasas elevadas, me dio tal vuelco el corazón al leer no sé que cosas,  que preferí dejar por la paz los enjuagues de mi hígado.
Mientras corro, a mi muy respetuoso paso, escucho pedazos de historias y casi siempre me invento los finales. Cuando siento que la conversación ajena puede llegar a buen puerto, reduzco la velocidad y aguzo el oído, pero generalmente me gana la cordura y continuo mi carrera con dudas sobre la plática ajena dejada metros atrás. Prefiero escribir yo los finales. Y como soy más realista que romántica mis historias siempre terminan de manera similar a las verdades que me escupe la vida cotidiana: mujeres que pelean pensiones alimenticias, hombres que fueron despedidos del trabajo, ancianos que caminando buscan encontrar la fuente de la eterna juventud o mamás que ya no saben qué hacer con sus adolescentes "tan rebeldes".
Como sea, correr me ha reconciliado con mi cuerpo y con mi salud. También me recuerda lo disfrutable que es inventar. Imagino historias  a las 7 de la mañana cuando, mientras siento el frío de enero en la cara y en la nuca, junto con decenas de corredores me lanzo a la conquista del día.