viernes, 14 de junio de 2013

Carta a mi padre

Hace más de seis años que te ví por última vez, pero ni un solo día he dejado de pensarte, recordarte, ver tus gestos,  observar la armonía de tus manos siempre acompañadas por un cigarro. Te recuerdo sentado con tus largas piernas cruzadas elegantemente.
Me pregunto ¿en dónde andarás? ¿qué pensarás de lo que soy ahora? ¿te emocionarías tanto como yo al ver a mis hijos hechos unos adultos increíbles? Seguramente sí. Siempre sentí el amor y ternura que  ellos te despertaban. Sin duda tuvo que ver la muerte de su hermano Mario para que te encariñaras con ellos por lo que aquel evento significó para mi, tu rebelde hija que siempre se te salió del esquema. Pero te apuesto  lo que quieras que te gustaba saber que lo mío no eran las reglas familiares.
Tato querido, te extraño mucho. Se acerca el día del padre, y aunque pasaron más de 20 años de no celebrar contigo esa fecha -por la distancia física entre todos nosotros- nunca dejé de hablarte ese domingo de festejo. Siempre fue un acto generoso de mi parte;  era una forma de decirte que, a pesar de ser una familia tan disfuncional y tan distante, te amaba profundamente. No sabes cuánto.
Creo que todos te extrañamos mucho, te fuiste rápido y seguramente insatisfecho. He leído que cuando estás frente al último viaje, te arrepientes de todo lo que no hiciste y debiste haber hecho, de todo lo que no dijiste y te hubiera gustado decir. Pero lo que me dejaste es infinitamente superior a todo lo que no tuviste tiempo de decirme. Establecí contigo, a la distancia, una relación de comunicación y afecto total. Hablábamos casi todos los domingos para comentar la vida política y económica de México, el crecimiento de mis hijos,  mis proyectos. Nos reíamos y también sabíamos ponernos tristes.
Te quiero mucho y siento que nunca te has ido. Te escribo y estás sentado frente a mi leyendo.
De ti aprendí que las malas palabras bien aplicadas son una gloria de precisión, que Juan Orol es un icono en este país, que los de Sonora manejan de manera inconsciente y absurda, que el amor de los nietos, a pesar de que el mundo entero diga lo contrario, se gana y no se regala.
Recuerdo el día que me confesaste que te era difícil querer a los niños a los que no conocías, aunque fueran sangre de tu sangre.  Me aterrorizó tu reflexión pero después me hizo todo el sentido del mundo. Te chocaba que te endilgaran a la gente para que la quisieras.
Tenías un olfato extraordinario para los negocios pero eres muy malo a la hora de recoger los frutos.
Con tus hijos hombres eras duro como piedra en todos los aspectos, pero les diste todo. Con las mujeres eras tan diferente Antonio, nos hiciste creer que éramos princesas.
De ti aprendí el valor del trabajo, de la verdad, del estudio, de la disciplina, de la limpieza y pulcritud en el vestir. Pero también me heredaste una gran capacidad para no ahorrar ni pensar en que hay un futuro y tenemos que preverlo.A través de ti descubrí la literatura latinoamericana. Creo que de Vargas Llosa leíste todo.
Eras la perfecta figura paterna: autoritario, distante, pero no ausente. Por lo menos para mí.
Cuando necesitaba consuelo recurría a ti, aunque me contestaras barbaridades como el día que te dije que iba a estudiar una maestría y con cara de asombro comentaste: ¿Maestría? Mejor busca marido hija.
Durante muchos años te compré la idea de que mi cumpleaños era el 16 de agosto hasta que verifiqué en mi acta de nacimiento y no era verdad: nací el 17 de agosto. Pero qué más da. Mi hijo Mario decidió morirse el 16 de agosto y me dijiste con una sonrisa en la cara pero un profundo dolor en tu corazón: "verdad que valió la pena que tu cumpleaños no haya sido el 16 de agosto".
Ay pa te extraño.
Amabas a mis hijos por lo que yo significaba para ti, aunque parezca una obviedad. Nuestra complicidad nunca nadie la entenderá.
Me quedo con tu cara de enojo en los hospitales, peleando con las enfermeras y queriendo fumar a como diera lugar. Era señal de que estabas vivo y lúcido. Siempre tuviste una lucidez y claridad mental impresionantes. Además eras muy guapo.
Antonio Rosas te amo, te extraño, todos los días de mi vida te mando un beso y nunca voy a olvidar la fotografía de mis hijos pequeños, sonriendo, en una mesita en la sala de tu casa.