lunes, 28 de octubre de 2013

Mi Lucía cumple años

FELICES 21 LUCÍA.
Hoy, hace exactamente 21 años todo era correrío. La abuela ¿en dónde está para cuidar a tu hermano mientras yo me voy a parirte? ¿Cuántos días estaré en el hospital si tengo que cuidar a un niño de un año once meses y a ti que aún no naces? ¿Cómo serás? ¿Serás linda? ¿Rubia de ojos claros como tu hermano? ¿Llorona?
No lo sabía. Lo único que cabía en mi corazón y en mi boca era "Gracias doctor Donato Ramírez por haberme cuidado tanto. Gracias Cesar, su asistente por haber llevado a buen puerto el nacimiento de mi hija Lucía aunque hayan sido varias semanas antes de lo estipulado. Tercera cesárea y no hay mucho que esperar. Hay que cuidar ese abultado vientre. Recuerdo que decían Donato y César.
Llegó Lucía un 29 de octubre a las ocho de la mañana. Se distinguía de los niños del cunero por sus enormes ojos negros. Las enfermeras me decían: ya le trajimos a la de los ojotes para que la alimente. Tú sólamente llorabas. Lloraste los primeros meses prácticamente todo el día. O más bien toda la noche. Cada tres horas te despertabas a comer y ni siquiera podías succionar bien, así que más llorabas. Yo me angustiaba y me iba a a sentar al sillón de la sala a reclamarle a la vida mi ineptitud como madre. ¿Cómo era posible que Daniel fuera tan buen niño y tú tan llorona? ¿qué estaba haciendo mal?
Aún así te amaba profundamente. Tus ojos, tu mirada penetrante me hacían reconciliarme con mi ineptitud como mamá.
Lucía, Lucía. Te enfermaste a los dos meses y solamente tomabas pecho. Te salió un tumor a los cuatro años, te dio apendicitis a los seis  y amigdalitis a los siete. Cómo querías que yo sobreviviera a tanta angustia.
La calma llegó con la adolescencia. Te convertiste en un ser humano maravilloso, solidario, amistoso, comprometido, firme, disciplinado.
Esa disciplina te llevó a vivir por casi dos años sola en el extranjero antes de siquiera cumplir 19. Los 20 los pasaste en tu cuarto asustada porque Nueva York era bañada por un huracán del que no sabíamos el final.
La libramos todos, principalmente tú. Creciste, maduraste, te convertiste en un ser humano más maduro de lo que ya eras.
Hoy, cumples 21. Estás junto a mi. No sé por cuánto tiempo. Poco, supongo. No importa. Eres un extraordinario ser humano, luchador, comprometido, convencido de lo que quiere en la vida, peleando todos los días por ocupar un lugar en este mundo. Enamorada de la vida y de Rodrigo, ese compañero tuyo desde hace tres años que estudia medicina y está dispuesto a seguir contigo en tus locuras y hacerte cómplice de las de él.
Lucía, hoy 29 de octubre cumples 21 años y yo me siento emocionada, feliz, satisfecha, comprometida a ser un mejor ser humano por mi y para ti. Felicidades. Hoy le entrego al mundo a un extraordinario ciudadano que solamente les traerá alegrías. Salud mi niña hermosa. Mi pequeña de los ojotes de aquel cunero del hospital Metropolitano, un 29 de octubre de 1992. Te amo, felicidades.