Me reencontré con ella después de 30 años de haberle perdido la pista. Desayunamos un sábado en un café sobre Insurgentes y recuerdo que, antes de que nos asignaran mesa, ya estaba preguntándole al mesero sobre el horno en el que estaban preparando pan. En ese momento pensé que éramos tan diferentes que seguramente ese día terminaría el reencuentro y pasarían muchos años más para volver a saber de ella.
Hablamos muchas horas esa mañana y entre más escuchaba sus historias más me intrigaba su vida. Me contó de su divorcio, de sus amores, de su hijo, de su devoción por las manualidades y por la cocina. Aprovechó para invitarme a su fiesta de 50 años.
No la volví a ver hasta el día en que fue la "Dancing Queen". Fue una comida/fiesta muy divertida en la que ella, hermosamente maquillada, junto con algunas amigas, bailaron la vieja canción de Abba. Vestían igual, se peinaron parecido, bailaban impecablemente y después muchas nos sumamos a la coreografía entre risas, cervezas y reencuentros.
Poco a poco la fui conociendo, no puedo decir reconociendo porque aunque ambas sabíamos de la existencia de la otra, en realidad nunca fuimos amigas. Hoy forma parte de mis querencias más entrañables.
Es una mujer hermosa, mandona, habilidosa con las manos, parlanchina y amorosa. Ésta es una de sus más grandes virtudes -además de las deliciosas mermeladas exóticas que prepara y que tan elegantemente llaman Gourmet-. Siente un gran amor por la vida, por la cocina, por las agujas y el crochet. Ama servir en su casa a sus amigos; es increíblemente solidaria y parece una hormiguita guerrera. Va, viene, entra, sube, baja, habla, sube fotos a facebook, cuenta historias, da consejos. Su capacidad de trabajo es enorme y siempre está inventando qué hacer. Lo más increíble es que el qué hacer es, la mayoría de las veces, un pretexto para reunir a sus hermanas del alma, esa especie de cofradía de soledades que se juntan para acompañarse, empujarse, levantarse, reír, llorar, recordar, vivir. Gracias a esta mujer, muchas nos hemos levantado después de algunos días de depresión. Siempre es la primera en organizar el colchón en el que caerá la siguiente hermana deprimida. Entiende perfecto el juego de las hormonas femeninas y lo celebra. Turpin gracias por haber entrado a mi vida cuando ya tenía todas las puertas cerradas y con triple llave. Gracias por haberme cambiado la visión y la perspectiva del mundo, por haberme hecho querer aprender a tejer y a cocinar. Tú y nuestra pequeña gran cofradía son un respiro cuando todo parece asfixiarme.
Ayer cerraste tu Bazar Navideño anual y al ver tu cara de satisfacción y tu gesto de agotamiento, pensé que éstas son las pequeñas cosas que hacen grandes las existencias.