domingo, 24 de noviembre de 2013

MIS MUJERES (2)

 Mi querida Dancing Queen

Me reencontré con ella después de 30 años de haberle perdido la pista. Desayunamos un sábado en un café sobre Insurgentes y recuerdo que, antes de que nos asignaran mesa, ya estaba preguntándole al mesero sobre el horno en el que estaban preparando pan. En ese momento pensé que éramos tan diferentes que seguramente ese día terminaría el reencuentro y pasarían muchos años más para volver a saber de ella.
Hablamos muchas horas esa mañana y entre más escuchaba sus historias más me intrigaba su vida. Me contó de su divorcio, de sus amores, de su hijo, de su devoción por las manualidades y por la cocina. Aprovechó para invitarme a su fiesta de 50 años.
No la volví a ver hasta el día en que fue la "Dancing Queen". Fue una comida/fiesta muy divertida en la que ella, hermosamente maquillada, junto con algunas amigas, bailaron la vieja canción de Abba. Vestían igual, se peinaron parecido, bailaban impecablemente y después muchas nos sumamos a la coreografía entre risas, cervezas y reencuentros.
Poco a poco la fui conociendo, no puedo decir reconociendo porque aunque ambas sabíamos de la existencia de la otra, en realidad nunca fuimos amigas. Hoy forma parte de mis querencias más entrañables.


Es una mujer hermosa, mandona, habilidosa con las manos, parlanchina y amorosa. Ésta es una de sus más grandes virtudes -además de las deliciosas mermeladas exóticas que prepara y que tan elegantemente llaman Gourmet-. Siente un gran amor por la vida, por la cocina, por las agujas y el crochet. Ama servir en su casa a sus amigos; es increíblemente solidaria y parece una hormiguita guerrera. Va, viene, entra, sube, baja, habla, sube fotos a facebook, cuenta historias, da consejos. Su capacidad de trabajo es enorme y siempre está inventando qué hacer. Lo más increíble es que el qué hacer es, la mayoría de las veces, un pretexto para reunir a sus hermanas del alma, esa especie de cofradía de soledades que se juntan para acompañarse, empujarse, levantarse, reír, llorar, recordar, vivir. Gracias a esta mujer, muchas nos hemos levantado después de algunos días de depresión. Siempre es la primera en organizar el colchón en el que caerá la siguiente hermana deprimida. Entiende perfecto el juego de las hormonas femeninas y lo celebra. Turpin gracias por haber entrado a mi vida cuando ya tenía todas las puertas cerradas y con triple llave. Gracias por haberme cambiado la visión y la perspectiva del mundo, por haberme hecho querer aprender a tejer y a cocinar. Tú y nuestra pequeña gran cofradía son un respiro cuando todo parece asfixiarme.
Ayer cerraste tu Bazar Navideño anual y al ver tu cara de satisfacción y tu gesto de agotamiento,  pensé que éstas son las pequeñas cosas que hacen grandes las existencias.





domingo, 17 de noviembre de 2013

23 años con Daniel

Un año más
Desde el día que escuché a Elton John, allá por los 70 cantar la canción de Daniel, supe que algún día tendría a un Daniel en mi vida. Lo que no calculé es el tamaño de personaje que serías, y no te lo digo por tu metro ochenta y tantos de estatura, te lo cuento porque tienes el corazón más grande que  me hubiera podido imaginar. Si Daniel, tienes un corazón enorme y una mirada verde/azul profunda, que taladra, que cala, que a veces me eriza la piel.
Seguramente pensarás que digo esto porque soy tu mamá. No, no te confundas. Lo digo porque ni yo misma alcanzo a comprender como a tus 23 años tu ser entero está tan lleno de dulzura, de bondad, aunque esta palabra suene añeja y cursilona.
Contigo aprendí a ser mamá y de eso te voy a estar eternamente agradecida porque no eras un niño cualquiera. Tenías algo en el alma que te hacía especial. Por supuesto que me hiciste ver mi suerte y si pasé por la puerta de la dirección de las escuelas en las que estuviste en más de cinco ocasiones, créeme que fueron pocas. El discurso siempre era el mismo: "Señores Huacuja: Daniel necesita otro tipo de escuela en donde tenga una atención más personalizada". Las primeras veces me culpe por mi falta de pericia en las artes de la crianza, pero en lugar de desesperarme y llorar, me dediqué a trabajar precisamente el tema de la crianza y a entrevistar a cuanta mamá cruzaba en mi camino. De ese laberinto educativo escribí y publiqué muchos libros. Te agradezco el haberme convertido en mamá y en esta persona que soy hoy.
Daniel, te tocó pagar la novatada de unos padres asustados, temerosos, preocupados. No fue fácil para ti cargar con el peso de tu hermano Mario. Recuerdo que al cuarto día de haber nacido, se te ocurrió medio toser y corrimos al área de emergencias del hospital, frente  a la fulminante mirada de una enfermera que nos decía:"es un bebé...Los bebés tosen, vomitan, lloran y no duermen".
Eras, como dicen las mamás, muy buen niño. A los dos meses dormiste toda la noche y a los siete ya tomabas leche en vaso entrenador. Ahora me causa gracia ese calificativo.
Contigo aprendí el verdadero sentido de la palabra perspectiva. Sí, me di cuenta de que no todo era para siempre y que aquellos días de llanto nocturno, cólicos, pezones adoloridos por la lactancia, pasarían.
Todavía, y aunque ya pasaron 23 años, recuerdo con nostalgia aquellas extrañas manías que tenías como la de guardar en una maleta a todos tus muñecos de peluche para llevarlos contigo a desayunar a casa de Tita. También recuerdo cuando tuvimos que castigarte sin usar tijeras porque decidieron tú, Lucía y los Merino -Pablo y María- que había que cortarle el pelo a María porque lo tenía muy largo. En cinco segundos eras capaz de hacer cualquier cosa sin medir consecuencias. Nunca, sin embargo, hiciste nada que lastimara a otro compañero, a tu hermana o a algún amigo.
Daniel, contigo aprendí que a los niños les da apendicitis. Esa noche, a tus casi cuatro años de edad, viví una verdadera pesadilla cuando todo era correrío en el hospital. Entraste al quirófano a las 12 de la noche y cuatro horas después, cuando ya estabas en tu cuarto recuperándote, me volvió el alma al cuerpo.

Mi Güero te quiero con toda mi alma, mi vida, mi corazón y mis sentidos. Me encanta hablar contigo, reírnos, pelear, abrazarte. Te quiero y te admiro con tus líos emocionales, con tu confusión estudiantil, con tus obsesiones que pasaron de los muñecos de peluche a los nombres de las líneas del metro de Paris, de la ciudad de México; de los vuelos internacionales que llegaban al aeropuerto, a contar el número de cafeterías VIPS que existen en la ciudad.
Daniel gracias por estar. Felices 23.