miércoles, 24 de diciembre de 2014

Ay, este facebook tan fantasioso

A diferencia de lo fantástico que nos quiere hacer ver facebook nuestros muros, yo creo que este año ha sido rudo, complicado, lleno de pérdidas para México y con un dolor y enojo exacerbados que van a hacer saltar a la liebre en cualquier momento.
Yo, como mi país,  tampoco tuve un año extraordinario, aunque voy a hacer todo lo que me toca para que hoy, 24 de diciembre de 2014, mi cena de Navidad sea un regalo de la vida para Daniel, para mi madre y para mi tío Beto,  invitados de honor a cenar en casa.
Los preparativos han sido de lo mejor. He venido organizando este momento exactamente desde el pasado mes de octubre, cuando me di cuenta que la vida podía ser mucho más llevadera si ponía punto final a mi propia guerra interna; cuando dejé de culpar a la economía, a Barak Obama, a los violadores de Malala o a los asesinos de nuestros 43 estudiantes de lo que sucedía en mi cabeza.
En estos meses prenavidad aprendí de todo, incluso, gracias a mi gran amiga Pety Pérez Ríos con quien intenté fallidamente un comedor ambulante, que la cocina puede ser un arte en 20 minutos siempre y cuando tengas el refrigerador ocupado por lo necesario.
No necesito rendirle cuentas a nadie de las razones que me llevaron a ver al mundo como el lugar más agradable para habitar con todo y mis telarañas personales. Por supuesto que siguen vivas y en lo más profundo de mi alma, solamente que ahora las acepto y nos reímos juntas de las ganas de joder de unas y lo fácil que caen las otras frente a la primera provocación.
No ha sido ni por asomo el año más genial, increíble e histórico de mi vida. Como tampoco ha sido el mejor año en la vida de cualquier ciudadano de este mundo en el que nos matamos sin ton ni son, nos juzgamos desde la trinchera de la soberbia, nos pasamos de largo frente a la miseria y al hambre de niños y viejos, toleramos la corrupción como un valor adherido a las entrañas.
Sin embargo, sí tengo mucho que agradecer hoy y no es exactamente lo que Facebook supone.
Tengo un año cuidando contra viento y marea mi salud; llevo 525, 600 minutos amando más y más a mi Daniel y mi Lucía. Verlos crecer, volar e irse es lo más grandioso que me deja este 2014. Los últimos tres meses he recuperado a grandes amigas que hacía tiempo no veía. Aprendí a vender de todo: desde mermeladas hasta automóviles. Fui capaz de organizar un bazar en una semana y convocar a más de 10 proveedores de todo tipo de productos. Disfruté muchas noches escribiendo para entregar esos textos que siempre les urgen a mis clientes para ayer. Mandé mi curriculum más de 30 veces sin respuesta o con la nada padre frase "No Hay". Me despedí de gente querida con mucho enojo y dolor y hoy me atrevo a asumir mi responsabilidad en esos desencuentros. Aprendí que, a diferencia de lo que he pensado siempre,  la soberbia no ayuda y en el camino me encontré que los amigos te pueden prestar dinero, el hombro o el oído.
Sin duda la mejor decisión de este año es buscar y reencontrarme con mis hermanos de sangre, aunque algunos de ellos se resistan a aceptar que tenemos una historia en común y que elegimos a la mejor familia que pudimos haber elegido.
Así que mi querido facebook te agradezco tu selección fotográfica pero lo que verdaderamente sucedió en mi cabeza y en mi alma tú ni siquiera te lo imaginas.
Feliz Navidad.

martes, 2 de diciembre de 2014

"Y bueno pues...un día más"

Empieza la cuenta regresiva y en solamente 30 días termina este 2014 y empieza otro año en el que seguramente muchas sorpresas buenas y no tanto me esperan.
Preparo con un dejo de nostalgia la despedida de estos extraños 12 meses en los que no hubo un solo día en el que no abriera los ojos pensando que el siguiente sería mejor;  que encontraría un trabajo; que sería una mamá de sueño; que correría cinco minutos más; que me levantaría más temprano para poder escribir una idea más acabada del texto dejado la noche anterior.
Logré muchas cosas, pero también he enfrentado muchas frustraciones. Alcancé algunas metas pero también aprendí que si no me muevo por mí, por tener una mejor familia, por fortalecer en mis hijos su compromiso social, nadie lo hará. Tal vez Daniel y Lucía no manifiesten su tristeza por México marchando por las calles ni gritando "Vivos los queremos". Cada uno está concentrado en sembrar su huella. Lucía me lo dice: hago teatro y canto porque quiero hacer felices los corazones de los demás; y Daniel, a la par que realiza su trabajo, me da su opinión cada día sobre el fatídico evento del día anterior. Puedo ver en sus grandes ojos verdes el enojo, la sorpresa de saber que al otro día puede suceder algo peor en contra de su sociedad, de los jóvenes de su edad y de quienes pomposamente presumimos son el futuro del país. Lo escucho exigir un país más justo.
Yo también me esfuerzo por entender lo desgarrado de mi país, el abandono de mi ciudad, el malestar de la gente en el mercado, la furia de los conductores atorados en el tráfico, la impunidad con la que violan nuestros derechos y matan a nuestros compatriotas.
En estos 365 días el recuento de los daños deja cifras dolorosas.
En mis 12 meses que están a punto de llegar a su recta final, el resultado no es lo que esperé la noche del 31 de diciembre de 2013, pero el camino está para volverse a andar.
He logrado hacer ejercicio como rutina cotidiana;  no bebo una gota de alcohol desde hace 357 días. Y no es que fuera alcohólica pero sí disfrutaba cada noche un par de whiskies,  me dejaba enamorar  sin pudor por un caballito de tequila o un rebosante tarro de cerveza. He buscado, sí desesperadamente, un trabajo que me apasione en el campo editorial pero he sucumbido al aceptar  muchos que me saquen de apuros económicos a medias. Tengo la desventaja de vivir en un país en donde la experiencia más que un valor es un defecto. Y este mes de noviembre que terminó no tuve dinero para pagar la renta de mi departamento.
La última noche de 2013 me prometí solucionar mi situación financiera, tampoco lo logré. Sería fácil echarle la culpa a la crisis, al desempleo, a la pequeñez de Videgaray, pero no me gustan las salidas fáciles. Hoy, a menos de 30 días de cerrar mi balance me pregunto: ¿hice lo que tenía que hacer? Creo que no.
Lo que sí puedo anotar en mi lista de saldo positivo es que persiste mi aguda convicción de que tengo que cambiar mi entorno para tener un mejor país. Me regalé muchas tardes de risas y tonterías con mis hermanas del alma. Tejí y destejí una cobija. Lloré como nunca celebrando la vida. Recordé amorosamente y ya sin dolor a mis muertos. Una vez más me convencí de que lo mejor que tengo son mi Daniel y mi Lucía y que los extraño profundamente cada vez que se me van, aunque regresen. Acepté mis 55 años. Me reivindique con mi madre. Llené de flores mi casa.
Me falta mucho antes de terminar este año. Sin embargo, hoy me siento en paz de vender mermeladas, organizar posadas para niños en situación de calle y enfrentar en un par de horas más a mi casera para decirle que, por primera vez en mi nada corta vida, no me alcanzó para pagar la renta.