domingo, 21 de junio de 2015

Papás, presencias en mi vida

Tengo un papá, tengo hermanos que son papás y mis hijos, aunque me divorcié hace más de ocho años, siempre han tenido papá. El hecho de haberme  quedado a cargo de Daniel y Lucía, nunca los convirtió en huérfanos de padre ni a mi en mamá-papá.
Pero hoy es día del padre, no de los exmaridos y va a quienes son papás todo mi reconocimiento.
Si el día de hoy me preguntaran qué pienso de mi papá, seguramente no diría que era un super héroe, ni un hombre particularmente amoroso. Era un hombre real, de carne y hueso, lleno de defectos, autoritario, difícil de convencer sobre la importancia de abrazar a los hijos. Cómo lo iba a saber si quedó huérfano de ambos padres cuando era pequeño, si sus hermanos mayores se turnaban para acogerlo de tiempo en tiempo hasta que su hermana Guadalupe y su marido, el tío Alfredo, decidieron convertirlo en un hijo más. Cómo iba a saber lo que era una familia si la suya estaba dispersa por todo el norte del país y él iba y venía siempre hasta que logró arraigarse en la ciudad de México. Miento, tampoco logró echar raíces aquí con todo y que su mujer y sus ocho hijos nacimos, crecimos y vivimos aquí. Cualquier pretexto o invento de negocio eran el mejor para salir corriendo del DF.
Con sus vaivenes emocionales, sus explosivos regaños y todas las carencias afectivas que siempre nos duele reconocer que tienen nuestros padres,  amo profundamente a mi papá. Y no lo amo ahora que está muerto. Aprendí a amarlo cuando fui mayor, de pequeña le tenía miedo, admiración, respeto. Sus ausencias me entristecían. Me distancié muchos años de él cuando decidió divorciarse de mi madre. Yo era una adolescente confundida que no sabía de qué iba la vida y el divorcio fue la estocada a esa perturbación emocional propia de la adolescencia.
Hoy tengo el recuerdo de un padre entrañable, guapo, fumador empedernido, con quien logré entablar una relación muy amorosa y divertida, que me llamaba por teléfono todos los domingos para arreglar juntos el mundo. Aprendió a ser cariñoso, por lo menos conmigo y mis hijos. Seguramente mis cinco hermanos y mis dos hermanas tendrán una visión distinta de él.
Me sonrío al recordar lo confundido que estaba también él con respecto a la vida misma. Sin embargo no lo juzgo y me pregunto ¿quién no vive confundido?  El peso de la estructura familiar sobre los pequeños que él no tuvo, seguramente contribuyeron a la falta de sosiego en su vida. Era muy bueno inventando negocios. Cuando fue servidor público lo hacía muy bien pero su espíritu libre irremediablemente lo regresaba al camino de la independencia económica. El dinero le quemaba las manos y jamás pensó en que el futuro llegaría, pero sobreviviamos,  y bien,  gracias a los buenos oficios administrativos de mi madre.
Todo con mi padre era impredecible. Nuestra única seguridad era que tanto Olga como Antonio siempre se apoyaban en las decisiones que tomaban con respecto a sus hijos. Pobre del que osara faltarle el respeto a mi madre, se las vería con mi papá;  pobre también del que no recordara felicitar a mi padre en este día, mi mamá se encargaría de hacerle la jornada imposible.
No sé que quiere decir la frase "es un excelente padre", solo sé que si alguna herencia nos dejó Antonio además de su propia existencia y una serie de creencias sobre el trabajo, la disciplina, el respeto, fue, paradójicamente, la convicción de  regalarle a nuestros hijos esas caricias y demostraciones físicas de afecto que tanto contribuyen al desarrollo emocional de los niños y que él ni recibió y a cuentagotas nos dio.
Veo perfectamente a mi hermano Alfredo abrazando a Paco, su hijo, a Antonio desbocándose por Andrés y Rodrigo, a Germán buscando un beso de Mariana y Santiago, a Rafael bañando y dándoles de cenar a cualquiera de sus cinco hijos propios e incluso al prestado. También veo a Yogo, mi hermano menor jugando luchas libres con María y peleándose con el tráfico para llegar a tiempo y alcanzarla antes de que se duerma.
Al final del día, todas las familias somos iguales, unas más amorosas que otras y en todas, estoy casi segura, el papá en cualquiera de sus presentaciones es una existencia fantástica, necesaria y de preferencia imperdible.
Sobre Mario, el papá de mi Daniel y mi Lucía, son ellos quienes tendrán que descifrarlo cuando sean mucho mayores. Hoy les toca disfrutar su presencia, su compañía, sus constantes mensajes telefónicos y todo ese amor que tanto trabajo le costó aprender a demostrarles.
Feliz día del padre, especialmente al mío.


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